Mes: <span>septiembre 2022</span>

Mitología

RUTA AL DOLMEN DE JENTILARRI

DOLMEN DE JENTILARRI

Retornamos con más fuerza, energía y ganas de compartir con todos vosotros, la magia de nuestros viejos mitos y de los bosques magnéticos.

Para lo que os proponemos visitar uno de los parajes míticos por excelencia de nuestras bellas montañas, Jentillarri, el dolmen de los jentiles. Caminaremos con una compañía muy especial, la de nuestro buen amigo y magnífico escritor Aritza Bergara. Sus novelas «Jentiles. El último secreto de la mitología vasca», y «Jentiles. Los gigantes eternos», tienen su eje en este formidable megalito. Aritza se halla inmerso en la preparación de su tercera novela sobre los jentiles «Jentiles. El mundo subterráneo «.

Las fechas propuestas son el 9 de octubre y el 6 de noviembre, partiremos desde el puerto de Lizarrusti, para llegar al Dolmen y conocer su leyenda, así como otras muchas sorpresas que nos aguardan en nuestro caminar.

La ruta es de unos 12 kilómetros y un desnivel de unos 300 metros. La salida será de día completo para poder disfrutar de los parajes, historias y magia, que la montaña atesora. El precio de la ruta es de 12 euros, y aconsejamos llevar agua, comida ropa de abrigo y de agua, bastón y calzado adecuado.

Para más información os dejo los contactos de la asociación:

info@achojarasca.com

606304452 (Aitor)

666531146 (Gabi)

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LAMIAS, LA MAGIA DE LAS AGUAS

LAMIA

Las lamias, Las Lamias, Lamin o Lamiñas, como también se las conoce en la mitología vasca, son divinidades femeninas acuáticas de una extraordinaria belleza que moran en fuentes, pozos, riachuelos, lagos o, incluso en el mar, como veremos más adelante. 

LA MAGIA DE LAS AGUAS

La imagen más conocida las muestra peinando sus largos cabellos con peines de oro en actitud entre distraída y seductora. Este peine, suele generar la codicia de los humanos, lo que les crea serios problemas, como cuenta la siguiente leyenda:

EL PEINE DE ORO

“Cuentan en Azkarate (Ascarat) que en la caverna de Leizebeltz, vivían las lamias. Junto a la caverna existe un prado en el que un hombre halló un precioso peine y lo llevó a su casa. Al día siguiente halló el prado totalmente lleno de piedras. Una lamia se le acercó y le dijo:

  • Me has robado un peine; si me lo devuelves, todas las piedras serán retiradas de tu prado.

El hombre le devolvió el peine y al dí siguiente todas las piedras estaban retiradas. Para retirarlas, puestas en fila las lamias, diciéndose mutuamente:

  • He ahí Guillen, tómalo Guillen.

Llevaron las piedras fuera del prado entre tantas lamias como piedras más una.”

Recopilada en Azkarate por José Miguel de Barandiarán

GENIOS DE LAS AGUAS

RELACIÓN CON LOS HUMANOS

Existe un amplio catálogo de leyendas en  innumerables puntos de la geografía vasca que se han ido transmitiendo oralmente a lo largo de los siglos. Es por ello, que dependiendo de la fuente de referencia, encontramos características muy diferentes. En algunos relatos, las Lamias pueden ser despiadadas con los seres humanos, cometiendo abusos y secuestros, y en otros, auxilian a quien lo necesita y le ayudan a construir puentes, dólmenes, cromlech e incluso iglesias, a pesar de ser profanas, como nos cuenta la siguiente leyenda:

EL PUENTE DE LIGI

“En el pueblo de Ligi, se construyó un puente, pero era constantemente arrastrado por el río. Un día, una lamia se presentó ante el señor de Ligi, diciéndole que ella podría levantar un puente que no fuera arrastrado, si el señor fuera para ella tras su muerte. Lo edificaría entre el anochecer y la media noche antes de que el gallo cantase. El hombre aceptó nel trato, pero le entró miedo y lo consultó con el párroco. Este le dio dos huevos puestos por una gallina negra, uno de ellos debía ser un pollo el cual cantaría “cucurrucú”. Las lamias, comenzaron su trabajo, todas ellas se llamaban Guillen, y según realizaban su tarea, iban diciendo:

  • Dámela, Guillen.
  • Tómala Guillen.
  • Aquí somos once mil Guillen.

Se pasaban las piedras de una a otra, pero justo en el momento en que faltaba por colocar el último pedrusco, el pollo cantó, y los genios huyeron despavoridos gritando:

  • Maldito sea el huevo puesto por la gallina negra de marzo:

Y allí quedó el puente al que aún hoy le falta la última piedra, se ha intentado colocar, pero nadie consigue mantenerla en su lugar”.

PUENTE DE LIGI

 Algunas leyendas cuentan cómo se enamoran de mortales, con quienes pueden llegar a tener hijos e hijas, pero se trata de relaciones tortuosas, imposibles de llevar a buen término porque a las lamias les está vetada la entrada en las iglesias.  Una conocida leyenda nos narra lo siguiente:

LA LAMIA DE KOBAUNDI

“En el barrio de de Garagartza, en Arrasate, hay un baserri llamado Korrione, en la que vivía un joven que se enamoró perdidamente de una Lamia que moraba en la caverna de Kobaundi, de monte Kobate.

La Lamia puso como condición para acceder a casarse que adivinase la edad que tenía. El chico, decidido a ganarse el amor de la bella de la cueva, pidió ayuda a una mujer del vecindario, quien se ofreció a averiguar los años de la lamia.  La vecina subió hasta el antro de Kobaundi y colocándose de espaldas, se inclinó hacia adelante de manera que asomó su cabeza por entre las piernas.

En esto apareció de entre las sombras la Lamia, quien extrañada exclamó: En mis ciento cinco años jamás vi una cosa igual.

Con este dato, la lamia accedió a casarse. Cuando el chico le contó a su madre la intención de contraer matrimonio con la chica que moraba en la cueva, esta le advirtió que se cerciorase de que se trataba de una mujer humana, para ello, tenía que fijarse en sus pies. El joven comprobó que la mujer de la que se había enamorado no era un ser humano, tenía los patos.

Aquella decepción hizo que el de Korrione enfermara rápidamente y poco tiempo después, murió de pena.

La lamia salió de la cueva para darle el último adiós acompañado a la comitiva fúnebre, pero se detuvo en el umbral de la puerta del templo cristiano porque las lamias pertenecen al mundo profano y no entran en las iglesias.”

Recopilada por José Miguel de Barandiarán

CUEVA DE KOBAUNDI

Hay algún relato que las equipara con la diosa Mari, aunque por lo general se las nombra como entes bien diferenciados.

Aunque su aspecto físico es semejante a cualquier humano, las Lamias tienen  algo que las distingue rápidamente y son las extremidades inferiores que pueden ser con pies de pato, gallina, garras de ave rapaz, de cabra o de cola de pescado como nos narran muchos cuentos que suceden en la costa del País, siendo estas, conocidas como Itsaslamiak.

A Caro Baroja, un informante, le contó que las lamias se diferenciaban del resto de las mujeres, porque tenían la piel con un color cobrizo y a Azkue le contaron en Berriz, que solo tenían pelo en la parte de la nuca por lo que era fácil identificarlas.

Pero las lamias vascas no eran sanguinarias, a pesar de las semejanzas físicas y alguna que otra característica similar, nuestras lamias mantuvieron relaciones cordiales y de respeto con los seres humanos. Bien es cierto que en algunos momentos pudieron cometer algunos abusos, e incluso secuestros de jóvenes que caían prendados por su belleza, por lo general eran víctimas de seres humanos desaprensivos.

SECUESTRADO POR LAS LAMIAS

“En una ocasión, las lamias secuestraron a un muchacho de Ezpeleta y lo llevaron a su antro. Un cura acudió a la caverna para rescatar al chico, entrando en la caverna con un crucifijo en una mano y una hostia consagrada en otra, sin conseguir su objetivo. Al salir una voz dijo desde el interior de la sima
– Gracias puede dar a eso que llevas en la mano y más gracias al que llevas en el pecho, de lo contrario hubieras tenido que quedar aquí.
El chico siguió preso”.

Recopilada por José Miguel de Barandiarán

CUEVA DE MONDARRAIN

DIFERENTES NOMBRES

A las lamias, se las conoce con diferentes denominaciones, a lo largo y ancho de la geografía vasca. En Agurain, y en general en toda la cuadrilla de la Llanada alavesa, las denominan Amilamia. En Elantxobe, en la costa bizkaitarra,  dicen que son seres con un solo ojo en la frente y  las llaman Lamiñaku. En Mendibe reciben el nombre de Saindi-maindi, en  el pirenaico valle de Aezkoa, Eilamia.  Caso curioso el de Zuberoa, donde con el apelativo de Maide,  hablan de un genio masculino que se correspondería con las lamias y que cooperaron en la construcción de algunos monumentos megalíticos.   Algunos autores que han recopilado nuestras leyendas, equiparan a los Intxixu, conocidos en Oiartzun y Ataun, con las lamias de género masculino.

ESCUDO EN OIEREGI, VALLE DE BAZTAN

MITOS DE MÚLTIPLES CULTURAS

Estas genios no son exclusivas de nuestra mitología,  tienen su equivalente en numerosas localidades españolas, sobre todo, en la fachada atlántica peninsular, como en la leyenda castellana de la Encantada, o las Mouras de Galicia, las Anjanas de Cantabria o las Xanas de la mitología astur, e incluso están presentes en las mitologías clásicas.

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LA MADELEINE. EL ENIGMA DE HERAUSCORRITSEHE

LA MADELEINE

Para quienes amamos la naturaleza, amamos los bosques envueltos en la niebla teñidos de misterio, amamos la mar hechizante embaucadora de nuestros sentidos, amamos los ríos vigorosos nacidos del seno de la tierra, o amamos las montañas altivas y dulces, es casi imposible resistirnos a sus encantos, a su embrujo, a su magia. Posiblemente, nuestros ancestros, también vieron en lo que nos rodea, esa energía especial, ese “algo” inexplicable, poderoso, un tanto sobrecogedor. Quizás por ello, vieron en estos elementos naturales, lugares donde sus deidades moraban, o donde aquellos númenes, dejaron su huella de una u otra forma.

Piedras, árboles, ríos, cascadas, la mar, … han sido lugares de culto, inspirados en una antiquísima religión animista, en la que nuestros ancestros, adoraban a elementos de la naturaleza. Con el paso del tiempo, de forma paulatina, esos dioses naturalisticos, fueron adoptando formas humanas, dando lugar a una religión politeísta, heredera de la naturalista. Estos viejos mitos, creencias, ritos, nos enlazan directamente, por invisibles hilos con las culturas ancestrales de la vieja Europa.

LA MAGIA DE LAS HAYAS

Uno de estos elementos naturales que ha ejercido un influjo especial, sobre los humanos, durante milenios, son las montañas. Bellas, altivas, retadoras, magnéticas, temidas, amadas, … algo profundamente misterioso nos impulsa a conocer sus secretos hechos de piedra, de praderas, de bosques, de belleza. Para quienes amamos subir montañas, es algo casi inexplicable, pero nos llaman con una poderosa fuerza, una energía telúrica, nos empuja a conocer sus secretos, una maravillosa plenitud, nos acompaña en nuestro caminar, incluso una vez ya en el valle, esa plenitud nos acompaña durante días.

En la mentalidad popular vasca, las montañas crecen igual que lo hacen los árboles, esta creencia se relaciona con otra que cuenta que la tierra encierra en su seno una fuerza vital que da vida a todas las cosas. Prácticamente todas las cumbres importantes de nuestra geografía, encierran en su seno algún mito, creencias, tradición o historia. Desde las montañas morada de genios como Mari, jentiles, tartalo o basajaun, hasta cimas vinculadas a determinados rituales, como Ernio, y sus aros que se deben pasar por el cuerpo para evitar enfermedades. En muchas de ellas, se colocaron ermitas, con intención de cristianizar viejos cultos paganos, como el caso del Santuario de San Miguel in Excelsis, en la montaña de Aralar, heredero de otro antiguo culto, posiblemente vinculado a un dolmen. Los mayos, eran troncos de árbol que se colocaban en lo alto de las cumbres, que adoptaban la función de proteger el valle y sus habitantes que se abre a sus pies, en ellos está el origen de colocar cruces en las cimas, el mayo, aún hoy se coloca en lo alto de la sierra de Urbasa. Sin olvidar nuestras grandes cimas, Orhi, Anboto, Zaldiarán, Gorbea, Putterri, Anie, Txindoki, Murumendi, Mendikute, Okabe, o La Madeleine, entre otras,…

CUMBRES PIRENAICAS DESDE LA MADELEINE

Aquellas gentes, que nos precedieron, eran naturaleza, vivían según los ritmos que esta les marcaba, caminaban en su día a día de la mano de la natura. Aquellos primeros hombres y mujeres supieron ver en ella, en la montaña, su auténtica esencia, supieron ver en ella lo que realmente era, la morada de los dioses, ella acariciaba el cielo, aquellos humanos sabían escucharla, dialogando con ella dulcemente. Luego llegaron más gentes, fueron cambiando sus costumbres, sus ritos, sus creencias, sus idiomas, sus tradiciones, sus formas de vivir. Poco a poco, la vida cotidiana se fue volviendo más rápida, más descontrolada, los hombres disponían cada vez de menos tiempo para reparar en ella, en su magia arcaica, para pararse a escuchar su susurro atávico, olvidaron como dialogar con su montaña. A medida que esto sucedía, los hombres comenzaron a sentirse poseedores de la montaña, ya no compartían su existencia de igual a igual, trazaban extraños surcos por donde la aplastaban con sus máquinas rodantes, se sentían dueños de sus mágicos y misteriosos bosques,…

Los hombres habían olvidado su relación con ella, habían olvidado contemplarla en los atardeceres de estío, cuando el sol se acurruca en su regazo, habían olvidado admirarla desde el valle, cuando se vestía con sus mejores galas blancas en las mañanas invernales.

…o eso parecía, en lo más profundo del ser de aquellas gentes, permanecían los rescoldos de aquel fuego ancestral, en lo más profundo del ser de aquellas gentes, permanecían las enseñanzas de aquellos primeros moradores de estas tierras, permanecía su vínculo con ella, con la montaña mágica, permanecía su respeto, su amor. Veía, como, casi fugazmente, aquellas gentes, aún levantaban la mirada hacía sus alturas de vez en cuando, con admiración, a veces caminaban hasta su cumbre, se sentaban en su cima y vivían el momento, disfrutaban de su compañía, si aquel rescoldo arcaico permanecía en ellos.

VISTA DESDE LA MADELEINE

Quiero invitaros a que conozcamos, caminando pausadamente una de estas montañas sagradas, que se acurruca en uno de los rincones más bellos de la vieja tierra de los vascos, vayámonos a la cima de La Madeleine.

La cima de Arhane, como también es conocida esta cumbre, en cuyas alturas se ubica la preciosa ermita de La Madeleine, se acurruca bajo la cadena pirenaica, en la vertiente derecha del río Le Saison o Uhaitzandia, a caballo entre los valles suletinos y bearneses, en nuestro cautivador Pirineo. Las grandes cumbres, custodian sus 795 metros de altitud que se elevan sobre la localidad de Tardets (Atharratze), y los grandes valles suletinos. Para alcanzar su mágica cumbre debemos situarnos en la propia localidad de Tardets, donde podemos aparcar en alguno de sus parkings. Debemos tomar la carretera que cruza la localidad, y se dirige hacia la capital suletina, Maule, en aproximadamente un kilómetro, llegamos al barrio Sorholus y al cementerio de la localidad. Justo antes de llegar al camposanto, un carretil sale a nuestra derecha abandonando la carretera general, continuamos por ella unos metros hasta llegar a un cruce, donde se ubica la cruz de hierro de Begi Ütürri. En este cruce nos topamos con 3 viales, nosotros debemos tomar el del centro, que nos llevará hasta la granja Etchebestia. Un camino sale tras el caserío siguiendo las marcas amarillas de un sendero de pequeño recorrido. Tomamos decididamente el camino que va ganando altura mientras alterna bosques con pastos, la ermita se ve en la cima hacia la que nos dirigimos, por deliciosos paisajes de casas típicas de estas tierras, un paisaje bello y armónico que siempre nos regala Zuberoa. Sin pérdida, siguiendo las marcas del PR, llegamos hasta la base de la montaña, donde debemos unirnos al carretil asfaltado que nos dejará en su cima.

De esta forma alcanzamos su bella cumbre de 795 metros de altitud, un tanto deslucida por las antenas, no obstante, la vista es magnífica, impresionante, el Orhi reclama constantemente nuestra atención, susurrándonos la cercanía de la mágica Selva de Irati, el Lakora, el Anie, el Midi d´Ossau, y tantos y tantos picos pirenaicos, Bostmenieta, las llanuras del norte, todo crea un magnifico óleo de pinceladas de mil tonos, verdes, ocres, o blancos. Contemplando el inmenso paisaje que se abre ante mis ojos, no es difícil entender el motivo por el que aquellos hombres y mujeres sintieron su magia, el motivo por el que la consideraron su montaña sagrada.

PICO ORHI

Y allí, reinando sobre todo lo que la vista domina, el pequeño templo de La Madeleine, conocido también como Marie Maddalene D´Arhane. Sus orígenes se remontan al siglo, XV, fecha de su construcción, si bien posteriormente se reformó, pero sus raíces se hunden mucho más profundamente en el tiempo. La ermita se edificó, probablemente, sobre un antiguo lugar de culto primitivo, posiblemente un lugar en el que se rendía culto a la montaña en sí. De hecho, en su interior se conserva la conocida como Ara de Herauscorritsehe, de origen, al parecer romano, en la que se lee una inscripción que hace referencia al dios Herauscorritsehe. Nos encontramos ante un elemento muy curioso y habitual en la vieja cultura de las montañas, los romanos, no combatieron las antiguas creencias de los moradores de estos lares, sino que adoptaron sus deidades, adaptándolas, en ocasiones. De todo aquello nos ha llegado a nuestros tiempos este bello ejemplo, que hoy podemos saborear. No se sabe cómo llego hasta la ermita, el ara, quizás apareció aquí o fue traído de otro lugar por algún fiel, la placa seguirá guardando sus motivos, sus porque su esencia más profunda solo para ella. Este altar, o ara, datado hacia los siglos I o II, muestra la siguiente inscripción:

“FANO / HERAVS / CORRTZE / HE.SACRM / C. VAL. VAL / RIANVS”

que traducido vendría a decir algo así: “Caius Valerius Valerianus erige este altar consagrado al templo de Herauscorritsehe”.

ARA DE HERAUSCORRITSEHE

Pero, ¿quién es este misterioso Herauscorritsehe?, los especialistas solo coinciden en que se podría tratar de una deidad pirenaica, su nombre se ha traducido como “dios del rayo rojo”, “santuario del polvo rojo”, entre otras versiones. Si coinciden en que se podría tratar de un dios de los cielos, algo similar a Júpiter. Pienso que tan solo la misteriosa ara sabrá la verdad, que guardará para sí en el misterio del tiempo.

En la cordillera de los Pirineos, se dan cultos muy antiguos, desde el neolítico, teniendo una serie de deidades propias pirenaicas. Muchas con claras influencias galas, celtas y vasconas, algunas de las cuales fueron asimiladas por el Imperio Romano. Se dan muchos altares con inscripciones precristianas, dedicadas a algunas deidades como: Abelio, Tantugou, Silvan, Aherbeltse, Alardoss o Herauscorritsehe.

El gigante mitológico, Roldán también tiene su hueco en esta montaña mágica, pues desde ella lanzó una piedra para destruir la localidad de Ochagavia, pero errando en el tiro, el proyectil cayó en el macizo de Bostmendieta.

MACIZO DE BOSTMENDIETA

Plenos de belleza, debemos continuar nuestro caminar, buscamos ahora el collado de Léchéguita, que se marca con fuerza hacia el NW. Tan sólo debemos descender por una marcada senda, por terreno despejado, el caminar es delicioso por estas lomas abiertas a las cumbres pirenaicas. En el collado, podemos encontrar una importante necrópolis compuesta por tres túmulos, que nos susurran pausadamente la importancia que tuvo este lugar en el pasado. En breve, alcanzamos la pequeña cima de Zerra de 730 metros de altura, y que es una excepcional atalaya sobre La Madeleine. Desde su cumbre descendemos hacia el N., buscando un característico abrevadero, seguimos por un ancho camino hasta el collado de Saxagua, a donde sube una carretera, que nosotros seguimos para terminar nuestra ruta en la localidad de Sauguis-Saint-Étienne.

ERMITA DE LA MADELEINE

Allá arriba, queda la misteriosa ermita, a solas con su misterio de siglos, nosotros, hemos podido compartir con ella parte de ese enigma, acariciándolo con nuestras curiosas botas. Allí queda la montaña sagrada, deseosa de volver a dialogar con nosotros, a compartir su atávico susurro, esperando a que la volvamos a tratar lo que realmente es, sin imposiciones, sin destruirla, sintiéndonos parte de su magia.

Huyamos a la seguridad de la montaña.

Árboles y plantas

ABAMIA, COMPENDIO DE MAGIA, MISTERIO Y BELLEZA

IGLESIA Y TEJO DE ABAMIA

… Y ahí estaba, altivo, sublime, atractivo, bravo, profundamente magnético. Sus ramas se extendían hacia el cielo, en una invitación a sumergirnos en su cobijo milenario, una invitación a abrazar sus misterios, hechos de belleza, de magia, de esencia de resina, de viejas historias y leyendas. Sabedor, de ser el representante de una vieja estirpe, de ser el guardián de la arcaica  cultura de la montaña, la misma cultura, que sabía convivir, perfectamente con la naturaleza, la misma cultura que hoy denostamos.

El camino no había sido corto, ni mucho menos, el milenario tejo se hallaba en un paraje recóndito, casi olvidado, salvo por aquellos que aún nos dejamos embaucar por su hechizo, por su embrujo  irresistible. Llegamos al tejo de Abamia, cuando se dejaba acariciar por los vigorizantes rayos del sol, la sensación, era casi indescriptible, en el altozano recortaba su figura, junto al templo. Nada más pisar aquella tierra sagrada, algo inexplicable se adueñó de nuestros sentidos, algo indescriptible, lejos de la fría razón, algo mágico, nos atrapó de forma irremediable, entonces todo adquirió una dimensión distinta.

EL PARAJE MAGICO DE ABAMIA

Nos encontramos en uno de esos parajes únicos, un lugar en el que coinciden de forma maravillosa, historias e Historia, cuentos, leyendas, tradiciones, … ¿Quién puede resistirse?, nosotros desde luego, ni pudimos ni quisimos. Conozcamos un poquito más este paraje único.

Abamia es una parroquia del Concejo asturiano de Cangas de Onís, en el oriente de esta sobrecogedora y bellísima región. Un pequeño núcleo rural, al que se accede desde el término de Corao, un lugar un tanto recóndito, que sin embargo oculta uno de los grandes tesoros de esta enigmática tierra. Al llegar al paraje, nos encontramos con el templo de Santa Eulalia, justo junto a un tejo milenario, o mejor dicho una teja, enorme, sabia y bella.

Pero vayamos por partes, como antes decía, el paraje, infunde un aroma especial, ese aroma, que solo los lugares con una dilatada historia y una arcaica magia, son capaces de destilar. Antes de la iglesia, en Abamia se ubicó, un dolmen, que hoy ha desaparecido, y al parecer también hubo una necrópolis romano-vadiniense. De hecho, en la zona han aparecido varias estelas de esta tribu de origen céltico. Estamos, por tanto, ante un lugar profundamente sagrado para quienes nos precedieron, dato que confirma el hecho de cristianizar el paraje con la construcción del templo cristiano.

Sigamos indagando en los secretos de Abamia, la iglesia, está profundamente vinculada a la Monarquía Asturiana, ya que al parecer, el propio caudillo Pelayo, fue quien mando erigir este templo, fundando así una comunidad monástica, y que ejerció de panteón a la muerte del propio caudillo y de su esposa Gaudiosa. De hecho, en el interior del templo, se pueden ver los sepulcros del matrimonio, aunque, muchos estudiosos niegan este hecho, quien sabe, el misterio está servido, en medio de las bellas cimas astures. El rey Alfonso X el Sabio, mando trasladar los restos de Pelayo y Gaudiosa a la Santa Cueva de Covadonga, donde hoy reposan.

ABAMIA

Volamos más de mil años, hacia nuestro tiempo, hasta topar con un personaje indispensable, polifacético, concretamente con Roberto Frassinelli, conocido como el alemán de Corao. Nacido en 1811, en Luisburgo, fue arqueólogo, dibujante, naturalista, bibliófilo y anticuario. Colaboró en varias excavaciones arqueológicas de la zona, en las que aporto incontables dibujos, dibujos que realizaba en su refugio en una cueva de la localidad de Corao, conocida como cueva del Cuélebre, ya que según cuentan, en ella moraba este ser mitológico asturiano, con aspecto de serpiente descomunal. Un alma libre, amante de las montañas, a quien describió a la perfección, el político Alejandro Pidal Mon:

“Su verdadero teatro eran los Picos de Europa, Peña Santa, la Canal de Trea, los gigantescos Urrieles asturianos. En ellos se perdía meses enteros, llevando por todo ajuar un zurrón con harina de maíz y una lata para tostarlo al fuego de la hierba seca, su carabina y cartuchos. Vino no bebía, bebía agua en la palma de la mano; carne sólo la del rebeco que abatía con certero disparo de su escopeta y cuya asadura tostaba sobre la misma lata del mismo fuego. Dormía entre las últimas matas de enebro; se bañaba al amanecer en los solitarios lagos de la montaña y al regresar de la penosa excursión a los Picos, se refrescaba revolcándose desnudo sobre la nieve…”

Frassinelli fue enterrado en el cementerio de Abamia, junto a la iglesia cuando falleció en el año 1887.

DETALLE DE LA IGLESIA DE ABAMIA

Sentados junto a la teja que domina el paraje, nuestra mente vuela lejos, cuando estos árboles eran los representantes de la tribu, de la aldea, de la comunidad. Bajo ellos, se bailaba, se amaba, se reía, se lloraba, se charlaba, se descansaba, se vivía,… Hoy los viejos árboles, el bosque, están abocados al ostracismo, rehenes de la desidia de quienes nos gobiernan, rehenes de la ignorancia. El propio paraje de Abamia, fue testigo de una reforma, que creó gran controversia, por dañar al propio árbol. Hemos olvidado su fuerza, su simbología milenaria, como representantes de nuestros antepasados, de nuestra vieja cultura de las montañas. Creemos que podemos vivir sin acercarnos a su cobijo, sin escucharles, sin caminar de su mano, quizás llegue un momento en que nos demos cuenta, que son vitales para nuestra propia existencia. Afortunadamente aún hay quienes trabajan en la defensa, el desarrollo, el mantenimiento, y la puesta en valor de estos árboles, pienso en personas como Amable Vallina, o Manolo Corces, y como no, en el gran maestro Ignacio Abella, y tantas y tantas personas que se han dejado embaucar por la magia de los tejos, hayas, robles, acebos, espinos, fresnos,…

Ejemplos hermosos, los tenemos por doquier, ideas, actos, reivindicaciones, de defensa de los árboles, alguno, quizás de los más hermosos en el propio tejo de Abamia. Y es que bajo la sombra hechizante de la teja de Abamia, se han celebrado varios “conceyus” del tejo, una reunión en defensa de estos árboles, de la mano de la asociación Amigos del Texu.

Sigamos defendiendo, reivindicando la necesidad de que nuestros hijos crezcan bajo los árboles, corriendo libres por las montañas, zambulléndose en la energía telúrica de la mar. Mientras tanto volvamos a Abamia, o cualquier otro lugar, donde resguardarnos bajo la magia de los árboles.

PD (…y qué mejor forma de hacerlo que dejándonos seducir por los arcaicos acordes de la gaita. Os dejo un enlace a la preciosa canción del gaitero Xuacu Amieva, dedicada, precisamente al tejo, “Canciu´l Texu”, disfrutadla).