El suelo enlosado, nos contará las milenarias historias de todos aquellos que por ella han transitado, desde tiempos neolíticos. Nos hablaran de pastores, mercaderes, ejércitos, peregrinos, paseantes,…
Pero también nos contaran las antiguas leyendas de los jentiles, los arcaicos gigantes moradores de la montaña. Sabremos de los secretos telúricos de este bello sendero, de su belleza, de su armonía, de sus encantos salvajes y libres.
Les proponemos esta bellísima ruta, en la que disfrutar de esta sobrecogedora calzada milenaria, su poso quedará en nuestras almas vagabundas de viento y hojarasca.
Un impresionante crómlech, se acurruca en el lindero del hayedo trasmocho. Un megalito que guarda los secretos de nuestros antepasados, esperándonos a que nos acerquemos, sin prisa, a saber de su atávico misterio.
Un paraje hechizante nos aguarda, cargado de mitos, de energía, de belleza, de historia, de armonía.
Les proponemos una sencilla ruta para descubrir todos los encantos del viejo crómlech, del bosque, del paisaje y del paisanaje, les esperamos.
Una hermosa flor en forma de sol adorna el viejo portón del vetusto caserío. Allí clavada en las rancias vigas de madera de roble, cumple su función protectora de la casa y de sus moradores.
La hermosa flor en forma de sol encierra en su núcleo velludo la esencia de la arcaica cultura de la montaña. La esencia de las leyendas de quienes nos precedieron, contadas al amor de la lumbre en las largas noches invernales, mientras sonaba el chisporroteo del tamboril repleto de castañas.
La hermosa flor en forma de sol, se empeña en mantener, casi colgando de un último y débil hilo, las viejas tradiciones de nuestro pueblo, que van evaporándose frente a nosotros poquito a poco, escurriéndose como el agua entre los dedos de las manos, victimas de un mundo desbocado.
La hermosa flor en forma de sol, nos susurra quedamente, las arcaicas costumbres, usos, ritos, leyendas, que nos hablan de una forma muy concreta de ver y entender la vida, de una manera de vivir que fue fundamental para nuestros mayores.
VIEJO PORTON DE UN CASERIO
Muchos de los pueblos antiguos, utilizaron las plantas y árboles con diversos fines, alimentarios, prácticos, curativos, rituales, incluso mágicos. Algunos de estos usos se han perdido en el baúl del tiempo, de algunos no queda ni el recuerdo, otros han sido conservados, afortunadamente, en libros, tratados o museos, y algunos aún hoy se siguen realizando, si bien, generalmente, con un objetivo distinto al que fueron concebidos, pero se mantienen al fin y al cabo. Aprovechemos esta ocasión, no dejemos que los viejos usos de nuestros mayores queden como meros inquilinos de museos, toquémoslos, sintámoslos, transmitámoslos a nuestros hijos, no dejemos escapar la esencia de la tradición.
Una de estas plantas, cuyas tradiciones, aún hoy perduran, es el “eguzkilore”, la flor del sol. Se trata de la flor seca del cardo silvestre (Carlina acaulis), oriunda de Europa Central, y que puede llegar a darse en latitudes como Suecia o Noruega, e incluso en Islandia, lo que nos habla de su resistencia a climas fríos, en la Península Ibérica, la encontramos en el País Vasco, Cantabria y en el área pirenaica. Al “eguzkilore”, le gustan las montañas, le gusta arraigar y crecer en prados y pastizales, y su momento de floración se da entre junio y septiembre. La denominación carlina le viene de una leyenda, que nos cuenta como los ángeles enseñaron al emperador Carlomagno a utilizar la planta para combatir la peste que asolaba a su ejército.
EGUZKILORES Y CRUCES EN LA CHABOLA DE OIDUI, ARALAR
El “eguzkilore” es la representación del sol, su nombre así nos lo indica, “eguzki” (sol), “lore” (flor), su uso, es un vestigio de un antiquísimo culto solar, que nos ha llegado desde muy lejos en el tiempo, quizás desde el neolítico. En este símbolo se mezcla el culto solar con antiguas creencias vinculadas a las plantas y a los árboles, tan importantes en las culturas antiguas. En las ancestrales creencias vascas, tanto el sol como los árboles eran tenidos por deidades, eran, por tanto, pilares básicos de las tradiciones y la mitología de nuestro pueblo. Para el calendario tradicional el año se organizaba en dos partes, dividido por los solsticios de verano e invierno, el primero cristianizado bajo la advocación de San Juan Bautista y el segundo por la Navidad. En ambas fechas se realizaban ritos en los que el uso de las plantas, el fuego y el agua eran primordiales. Las plantas adquirían un carácter protector, en el solsticio de verano, aún hoy, se siguen recogiendo determinadas hierbas que adquieren importantes cualidades preventivas en esta noche mágica de San Juan. Es costumbre, en esta misma fecha, colocar en las puertas cruces hechas con ramas de fresno, uno de los grandes árboles mágicos de las culturas antiguas, para prevenir del rayo así como se decorar las entradas con ramas de espinos, fresnos o avellanos, con igual pretensión protectora. Aun hoy podemos sentir estos antiguos usos paseando por las calles de nuestras localidades en la mañana del día de San Juan y disfrutar de las calles enramadas en un hermoso guiño a nuestra tradición. El espino se utilizaba además colocando ramilletes de este árbol en las lindes de las heredades, los pastores de la zona de Donibane Garazi (Saint-Jean-Pied-de-Port), ubicado en la antigua Navarra de Ultrapuertos, recogían las púas de este hermoso árbol para sus uso como preventivo.
ESPINO BLANCO
En lo relativo a nuestra pequeño “eguzkilore”, Su uso esta directamente vinculado con la protección de las casas de las brujas y malos espíritus. Cuando contemplamos un “eguzkilore” en los dinteles de las puertas de nuestros viejos caseríos, o en las bordas de nuestras montañas, contemplamos un rito arcaico como el tiempo, un símbolo cargado de un ancestral sentido protector, dejemos entonces que la flor del sol nos susurre sus secretos, su porque, su razón de ser. Las viejas historias de nuestra mitología nos cuentan, a su modo, el motivo por el que se colocaban “eguzkilores” en las puertas, dicen así:
“Las brujas, que pretendían acceder al interior del hogar, debían contar cada minúsculo pelillo que tiene la flor en su centro, antes de poder entrar en la casa. Esta tarea era sumamente costosa, y el amanecer las sorprendía en plena tarea, con los primeros rayos del sol, las sorgiñas debían dejar el lugar apresuradamente y esconderse en sus antros, por lo cual no podían acceder al interior de la vivienda.”
ANTIGUOS SIMBOLOS PROTECTORES
Actualmente, el “eguzkilore” se ha mercantilizado en pegatinas, llaveros y todo tipo de joyería, su uso ha variado enormemente, pero de alguna manera, quiero pensar que se mantiene su ancestral sentido. Cuando, aunque sea inconscientemente, sentimos el deseo de colgarnos un “eguzkilore” al cuello, ponerlo en nuestros coches, o simplemente colocarlo en los dinteles de los caseríos, como hicieron durante siglos nuestros mayores, estamos conectando con nuestro yo mas arcaico, mas antiguo y profundo, con nuestro ser de alguna manera, primitivo. Tal vez aun guardemos en lo mas profundo de nuestro hipotálamo, la esencia de nuestras antiguas creencias, esas que quedaron lejos en el tiempo, tal vez sea una vieja conexión con la tradición, o tal vez sea sencillamente una ancestral unión con la naturaleza, al fin y al cabo, pienso que somos eso, naturaleza.
«hoy el bosque está callado, en silencio, como apagado, ni los pájaros canturrean sus alegres melodías matutinas… callado como yo, solitario, queriendo los dos estar en silencio, recogidos… igual tuvo una mala tarde, como yo, por el bochorno y el calor explosivo sin brisa, sin paz…
una ardilla roja me desnubla en el hayedo mágico, las mariposas que menos mal que no dejan de acompañarme en este ya Mi Camino
subo rápido para no pensar, me siento un rato para descansar… para reflexionar, y me dejo enfriar por el viento constante, las hojas de los árboles se mueven como se mueve mi alma, no saben para dónde moverse, qué viento las domina, qué viento me domina… igual por eso subo rápido, para que mi corazón explote y se aleje…
miro mis botas sucias, siento mis pulmones ensanchándose, mi ojos que quieren llorar, quieren, pero no pueden, son incapaces…
aparte de abrazar hoy al haya y al fresno, hoy he acariciado también a la montaña de piedra, su lisa superficie, su fuerte y bella presencia…
el abedul enrevesado y el pájaro que juega conmigo a esconderse entre sus ramas, entre sus hojas…
los cuervos graznando, agresivos, en bandada, queriendo traerme malas nuevas, atrayendo malos augurios… pero rápidamente se acaban esos estúpidos pensamientos influídos por años de erróneas imágenes
hoy no hay nubes que oculten, hoy se divisa el mar esperanzador, todo el mar, los montes santificadores, todos los montes, trescientos sesenta grados de vista generosa… serpientes de asfalto que estropean el entorno, canteras que asesinan montañas, pueblos que invaden todo… mas las vistas son tan sobrecogedoras que todo lo pueden, y diviso tanta solemnidad y paz, que solo puedo también quedarme quieto y callado, deleitándome con lejanos horizontes que hoy me traen calma, hoy me traen puro silencio…»
Nada más comenzar, el camino nos regala un seductor hayedo
Por el camino podemos encontrar ejemplares impresionantes
Altas y esbeltas, las hayas vuelven a destacar
La senda nos llama poderosamente
Después de atravesar un bosque de alerces, la explanada con un par de espinos albares, y los avellanos que broten entre la caliza, llegamos a la despejada y cómoda de Mendikute
Detalle del bonito buzón de montaña
Aralar nos roba la mirada lejana
Si te aventuras a rodear la montaña, bajando entre hayas que custodian, podrás llegar a la cueva; por favor, sé respetuoso, Mari también vive ahí, cuida su Hogar
Regresamos por el mismo camino, desandando, cambiando la perspectiva, y los recuerdos
El paseo hacia Mendikute puede completarse por distintos desvíos que nos vamos encontrado en el camino (incluso para llegar a los restos del castillo tenemos que abandonarlo): podemos continuar hasta Albiztur, alargar más hasta Bidania, y si queremos subir, podemos remontar por el collado de Lizarbakarra, alcanzar Erniozábal, y si prolongas por el cordal, Ubeltz, la famosa cumbre de Ernio… tú decides la senda.
Carretera que lleva de Gorriti a Uitzi. Carretera estrecha, que se va alejando poco a poco del pueblo, y que, sinuosa y rápidamente, se integra en el hayedo, dejando la mayor parte de él al flanco derecho, es como si lo atravesara. En ese mismo lado existen distintos apartaderos donde dejar el coche.
Y ya está; es bajarte y te insonoriza la mente la lluvia.
Y ya está; es entrar al hayedo y acariciarte mullidamente la bruma.
Todo es gris y verde. Un gris que envuelve y acaricia. Un verde que brilla, húmedo, que vuela.
Entre el despertar de sentidos, y el apagón de pensamientos absurdos que circulan alrededor de nuestra mente, llegas a un estado de concentración innata que tenemos olvidado. Ves como esa rama se ha movido ligerísimamente por el vuelo escondido de un cantarín pajarito (saber reconocerlos no es una de mis potencialidades). Escuchas como las ramas charrasquean rompiéndose mucho más allá de tus callados pasos. La senda es toda tuya, es lo grandioso de este elegante hayedo de Gorriti: está deshabitado de humanos muchos días del año. Se te regala la senda, que serpentea jugando con el cauce de los distintos riachuelitos que bajan perpendicularmente a ella. Continuas, adentrándote más y más en la vital hojarasca que rodea majestuosamente a las hayas. Todas son increíblemente bellas, diferentes, caprichosas, únicas… como ella, la que un día jugando descubriste, incorporándose al cajón de tesoros de tu sensible corazón.
Recuerdas el día que la conociste, desnuda por el invierno, un día de sol frío, antes de que comenzase a vestirse con su traje de hojas tiernas. Y te cautivó con delicada inmediatez, con la firme convicción de no haber visto una igual. Los niños, listos ellos, se habían acercado a jugar en sus aledaños despreocupadamente, dejando al adulto de nombre que se encontrara con ella y se sorprendiese abruptamente.
Podría pasarme largos minutos describiéndoos la magnificiencia de sus cuatro ramas/troncos principales, los giros endiablados, las formas sugerentes, el infinito de sus alturas, el brillo atrayente de su musgo, la fuerza de unas raíces que parece que van a echar a andar.
Pero no, solo te la voy a mostrar. Te dejaré a ti el gozo de buscarla, de adentrarte en este pequeño pueblo navarro, de visitar su hayedo, de perderte y encontrar, encontrarla a ella o a tantas de ellas, porque un bosque no lo forma un solo árbol; un magnético hayedo no lo forma una sola y perfecta haya… ni existe la perfección, ni el haya que no quiera vivir rodeada de los suyos, de su hayedo. Y Gorriti es la prueba más bella y fehaciente.
Aquella impresionante haya, acariciaba dulcemente mis cabellos despeinados, con sus hojas de verde etéreo recién nacidas. Sentía en mi alma su susurro de hojarasca, de armonía, de belleza y de paz. Pero también sentía, escuchaba, toda su esencia atávica, su sabiduría vieja como el tiempo, en una invitación telúrica a abandonarme a su cobijo.
Los árboles y bosques, han sido siempre lugares sagrados, en ellos habitaban una legión de seres mágicos, de gnomos, hadas, leprechaus, duendes,… Seres que atesoran lo más secreto de la vieja cultura de las montañas.
MORADORES DEL BOSQUE
Nuestros ancestros eran gentes acostumbradas a convivir con toda esta cultura ancestral, era normal renovar una serie de rituales unidos a la naturaleza, a sus energías. Uno de estos rituales, vinculado con el culto a los árboles, lo podemos disfrutar de primera mano, es la tradición de los Mayos, celebrada desde hace milenios.
Conozcamos pausadamente un poquito más de este ritual de la vieja cultura.
El mayo es un árbol, que elegido en el bosque y talado siempre con hacha, se desmocha y descorteza, y que se baja a determinados lugares, donde se eleva, siguiendo un antiquísimo ritual.
RECOGIDA Y BAJADA
El rito comienza ya con la elección y bajada del tronco, esta selección la solían realizar los mozos del pueblo, si bien en algunas localidades como la de San Martín de Améscoa, era el alcalde quien acompañado por el montero elegía el árbol a cortar. En otras como en Ondategi, se ponía como condición que el árbol fuese robado de los bosques del pueblo vecino, así como robados debían ser las yuntas para acarrearlo. Esto se daba en tiempos más o menos recientes, pero su origen es antiquísimo. Seguramente vinculado a antiguos cultos dendolátricos, era probable, que el encargado de elegir el árbol, acudiera durante una determinada cantidad de días a donde se hallaba el árbol en el bosque, para explicarle el motivo de porqué tenia que derribarlo. Los celtas realizaban este rito para que los numenes que habitaban el árbol pudieran replegar toda su energía, si iba a ser utilizado con fines mágicos o medicinales, le pedían que dejara parte de esa energía en las ramas. En determinados lugares se establecía un bosque concreto en el que ir a buscar el mayo.
Se selecciona un árbol recto de aproximadamente unos 20 metros de altura, aunque poco a poco va aumentando su altura pues existe cierta rivalidad entre los pueblos del valle en ver quien levanta el mayo más alto. Una vez cortado, con hacha, se baja al pueblo, antiguamente era arrastrado por una yunta de bueyes hasta el lugar en que se levantará, hoy en día se utilizan tractores. Actualmente, para evitarse el talar un árbol cada año, se reutiliza el mayo anterior hasta que se resquebraja.
MAYO EN SAN VICENTE DE ARANA
IZADO
El mayo, es colocado en lugares de cierta importancia, como puede ser la plaza del pueblo, o en la entrada del mismo, así como junto a alguna ermita. Mención aparte es la del mayo que los moradores de Bakaiku y de Etxarri Aranatz, alzan en lo alto de la sierra de Urbasa, no muy lejos el uno del otro.
En la mayoría de las localidades, el rito del alzado del mayo, tiene lugar sobre el mediodía, el tronco, ya bajado del bosque espera en el lugar donde será colocado a que lleguen los mozos y de comienzo el arcaico ritual. Primero acercan el tronco al hoyo donde se plantará, se apoya entonces sobre una horquilla de madera en forma de Y, de forma que el árbol quede a una altura adecuada para que los hombres puedan colocar los distintos elementos. Aunque con pequeñas variaciones, la mayoría de localidades vascas que realizan el alzado del mayo, utilizan los mismos elementos “decorativos”, si bien cada uno de ellos tiene un sentido y uso muy concreto, veámoslos:
. El gallo: En la punta del tronco, se coloca la figura de un gallo que puede ser de madera o de metal, que antiguamente se decoraba con plumas, y que se encargaría de guardar los campos de cereal.
. Dos espadas metálicas que se colocan en forma de aspa, cuya misión sería la de espantar a las tormentas y el pedrisco, con la colocación en forma de aspa, pretende representarse una tijera que cortaría el pedrisco.
. Ramas de olivo o de laurel, que estarían bendecidas por el cura.
. Una vela también bendecida, si bien en algunos lugares se coloca una cruz de cera.
. Un paño blanco portado por Jesucristo en Jueves Santo.
. En determinados pueblos, como es el caso de San Vicente de Arana, se coloca un travesaño en el mayo, para darle la imagen de cruz.
. Alguna rama del propio árbol que se suele dejar en el momento del desrame.
. En alguna localidad se le añade una veleta.
DETALLE DEL MAYO
Una vez colocados estos elementos, todos los mozos, al unísono y bajo la dirección de un capataz, van elevando el tronco poco a poco, ayudados de unas horquillas de madera o de metal, hasta conseguir introducirlo en el hoyo destinado a tal fin. Es un momento de tensión y nerviosismo, el tronco se mueve en cada alzado, y el grupo debe funcionar a la perfección. Según el mayo esta siendo alzado, las mujeres de Larraona recitan la siguiente frase:
“Arriba mayo, tente tieso que yo me caigo”
Una vez el mayo este recto y bien encajado, se calza el agujero con tacos de madera, momento en que se recita la siguiente frase:
“Arriba mayo, mira al cielo y bendice nuestros campos.”
En alguna localidad como en San Martín de Améscoa, son más previsores y lo aseguran atando un cable del mayo al campanario de la iglesia.
Una vez alzado, en algunas localidades, se bailan alrededor del mayo, danzas circulares siguiendo siempre el sentido contrario a las agujas del reloj, que bien pudieran representar el ciclo de las estaciones o el ciclo solar.
Encontramos en algunos casos una interesante danza en la que los bailarines entrelazan unas cintas que llevan alrededor del mayo, según bailan. Este tipo de danza, muy conocida en la tierra de los vascos, también se da en lugares como Reino Unido.
También suele ser habitual que algunos jóvenes pretendan trepar a lo más alto del mayo, este rito se encuadraría en los ritos iniciativos de paso a la edad adulta, muy común en los pueblos ancestrales.
LOCALIZACIONES GEOGRÁFICAS
El mayo, es un rito muy representativo de la zona de la sierra de Urbasa y sus aledaños, los del valle de Améscoa, son de los más representativos junto con el de Arana. Así encontramos mayos en Larraona el primer sábado de mayo, en San Martín de Améscoa el segundo sábado y en Zudaire el tercero. En San Vicente de Arana, se levanta el mayo el día 3 de este mes. Por la zona norte de la sierra, alzan mayos pueblos como Etxarri Aranatz, Ziordia, Bakaiku o Iturmendi. En otras partes de Navarra también lo encontramos en localidades como Mues, Murieta, Mirafuentes, Cintruenigo. En Álava además del ya citado valle de Arana, alzan mayos en otras localidades como Aramaio o Agurain.
En la Península Ibérica, es un rito que se da en la cornisa cantábrica, Asturias, Cantabria y Galicia, pero también en gran parte de Castilla y Aragón, Extremadura o Cataluña.
En la Vieja Europa, se da en El Reino Unido, Francia, Suiza, Italia, Alemania, Bélgica o Suecia.
Los nombres del rito, también varían, por ejemplo, en zonas de Cantabria y Asturias se llaman “Jogueras”, nombre posiblemente vinculado a las hogueras que en estos pueblos se enciende durante la celebración del mayo.
Más cerca de casa, es en la zona de la sierra de Urbasa, bien sea por el sur de la misma (zona de Améscoa y valle de Arana), o por el norte (zona de la Sakana), se conoce como “Mayo”. Si nos desplazamos hacia el norte del territorio alavés, concretamente en Aramaio, se le conoce como “el Chopo”.
ESTATUA DEL MAYO
POSIBLES ORÍGENES
El mayo es una de las más antiguas representaciones de un antiquísimo culto a los árboles, elementos tan importantes en la antigua cultura de los pueblos de la Vieja Europa. Precisamente en estas tribus que habitaban el continente, existía la costumbre de talar un árbol en las fechas de finales de abril, descortezarlo y quitarle casi todas las ramas, se decoraba con coloristas cintas y era colocado en mitad del pueblo durante todo el mes de mayo. Se le solía dejar una parte de las ramas en la copa, que se denominaba “la Maya”, y se le solía decorar con cintas multicolores, en ocasiones este árbol se colocaba con motivo del solsticio de verano en junio. Pudiera ser que la intención de los moradores de los poblados, pretendieran acercar un espíritu vegetal habitante de los bosques a un lugar donde poder hacer rogativas y ritos propiciatorios, delante del árbol. No podemos olvidar que en las antiguas culturas europeas, los árboles han sido referencias en la comunidad, bajo los que se han sellado pactos, o impartido justicia, no tenemos más que pensar en el mítico árbol de Gernika. A decir del autor James George Frazer, en su obra “La rama dorada”, se trataría de traer a la aldea, las bendiciones que el espíritu del árbol puede otorgar.
Estamos en la época del año en que la naturaleza despierta de su letargo invernal, vuelve a suministrarnos de frutos y alimentos, es por tanto una época de celebración, de alegría, pero también es una época en que las tormentas o el pedrisco puede terminar con la cosecha. Es aquí donde el mayo adquiere un cariz protector, es el árbol totémico que colocado en algún lugar visible, como en la cima de una montaña, vela y protege a los habitantes y cosechas de los valles. Precisamente los celtas celebraban en esta fecha la fiesta del Beltane, momento en que los ganados podían subir a los pastos de altura, en esta fecha se celebraba un rito de encender hogueras en los alto de las montes.
También pudiéramos estar ante un símbolo de fertilidad, en el que el mayo adquiriría una simbología fálica.
Un claro ejemplo sería el mayo izado sobre lo alto de la sierra de Urbasa, y que nos sumerge directamente en todo este universo de culto al árbol, tanto con su carácter protector sobre los valles como porque marca el momento en que los ganados pueden subir a la sierra.
No está clara su simbología original, ni su sentido más arcaico, pero lo que si es claro es que nos habla de una antiquísima unión y respeto de los hombres hacia los árboles y los bosques.
El Cristianismo, cristianizó esta fiesta de origen pagano con la fiesta de la Santa Cruz el 3 de mayo, momento en que se coloca el mayo, y el 14 de septiembre con la “Exaltación de la Santa Cruz”, momento en que se retira el mayo en muchos lugares.
Incluso hay autores que ven en estos mayos colocados en las montañas, el origen de las cruces que hoy coronan muchas de nuestras cumbres, en un intento de cristianizar el rito ancestral.
MAYO DE URBASA
Lancémonos en brazos de la tradición, sintamos, conozcamos los viejos rituales de la vieja costumbre de la montaña. Caminemos sintiendo su esencia, la magia, el susurro del bosque. No les defraudará, su poso quedará para siempre en nuestra alma errante de vientos y hojarasca.
Comienza aquí una recopilación de momentos que han ido surgiendo estos años de lo que significa encontrar al bosque, sí, encontrar, conocer, dar nombre a los árboles, ponerle adjetivos a lo que te nace en esos andares por lugares nuevos llenos de vida, de silencio, de paz y contemplación, de crecer algo dentro que es nuevo o que siempre estuvo ahí y no sabías leerlo, porque eras de otros lares, porque nadie te había enseñado con amabilidad y calmada pasión rincones tan mágicos y accesibles, rincones que ya siempre serán tuyos.
Y escapas, al principio con ansia y rapidez, intentando devorar el máximo de emociones en un corto espacio de tiempo (sí, la vida te tiene atados los horarios con múltiples obligaciones, muchas de ellas ineludibles cuando tienes amados hijos) y descargas todo lo que has ido acumulando pesadamente sobre tus brazos. Poco a poco las escapadas se van volviendo paseos cotidianos, casi diarios, necesarios como el respirar, y los incorporas a tu existencia casi sin darte cuenta… son ya tuyos como tu propio ser, como tu forma de hablar o reír, como tus pensamientos o sentimientos… hasta que te das cuenta que el bosque ya es tu pensar, que la montaña es tu sentir, que son parte tuya y tú eres de ellos.
Los que venimos de la mar solemos descubrir la montaña tarde, y tus sensaciones al principio rompen todos esos estereotipos de logros con los que asociabas desde lejos las imágenes de intrépidos montañeros, de increíbles corredores, de sobrehumanos escaladores. Pero cuando derrumbas todos esos velos, cuando eres tú quien pisa y te hundes en la hojarasca, cuando eres tú el que se resbala en el barro del bosque recién mojado por la lluvia de invierno, cuando eres tú quién corona una humilde y pequeñita cima, y sientes cómo se emociona el corazón, ahí descubres lo equivocado que estabas, lo mucho que, sin saberlo, te estabas perdiendo.
De los árboles en sí aún no os he hablado… ése sí que ha sido un descubrimiento que ha modificado enormemente mi camino… nunca pensé que pudiese cambiar tanto mi rumbo adentrándome con la inocencia de un niño en un bosque y dejándome llenar de su magia…
Urreko Haitzak, Las Peñas de Oro, os ofrecemos esta ruta al abrigo de las Malloas, por los deliciosos senderos de la sierra de Aralar, una de nuestras grandes montañas de nuestra geografía.
Saldrán a nuestro encuentro las arcaicas leyendas de oro enterrado, de Ama Lurra, de Mari, de Sugaar, de los Mairus…
Descubriremos los viejos secretos del bosque, hayas, robles, fresnos, espinos, nos susurraran quedamente su esencia atávica. Pero también conoceremos historias de contrabando, de pastores, o de maquis.
Acompáñanos en este precioso y sencillo caminar, sin prisa, sintiendo el profundo magnetismo de la montaña.
Cuando la primavera comienza a despertar, pausadamente, el bosque se imbuye en una magia profundamente magnética, en una energía inigualable, que nos espera para que nos sumerjamos en su esencia atávica.
Hayas, robles, abedules, arces, sauces, espinos, serbales, saúcos… cada uno siguiendo su propio ritmo vital, marcado por los misteriosos ciclos naturales, nos regalan un momento espectacular, la brotación de las primeras hojas verdes.
Los brotes recién nacidos de un verde etéreo, casi transparente, crean uno de los grandes espectáculos de la naturaleza, hay mismo, en nuestros mágicos bosques. Es, ni más ni menos la magia del bosque.
PRIMEROS BROTES VERDES
Esa magia la sintieron profundamente aquellos que nos precedieron, hasta el punto de colocar en el bosque gran parte de creencias, de sus deidades, todo un elenco de seres míticos, habitantes de la floresta. Uno de estos genios, que guarda la esencia de la vieja mitología del bosque es Basajaun.
Quizás sea uno de los mitos más “queridos”, de la vieja mitología de las montañas, su sola mención, nos lleva a lo más profundo del bosque, a la magia telúrica de la bruma entre los árboles, a la sabiduría ancestral de los árboles. Basajaun, y su reflejo femenino Basandere, nos esperan en el corazón de la floresta.
MISTERIOS DEL BOSQUE
SER BENEVOLO DE ASPECTO ATERRADOR
Basajaun, el señor del bosque, se presenta como un ser descomunal, poseedor de una fuerza inmensa, que cubre su enorme cuerpo con una larga cabellera que le llega hasta las rodillas tanto por delante, como por detrás. Su apariencia es humana, siendo una de sus patas de forma circular, parecida a la del ganado vacuno, y la otra como la de los hombres.
Habita en cuevas en lo más profundo del bosque, y aunque en algunos lugares, se le otorga carácter maligno, es a pesar de su terrorífico aspecto, un genio protector. Y es que este numen cuida de los rebaños, avisando a los pastores de la cercanía de las tormentas emitiendo silbidos. Su presencia tranquiliza a los pastores, la cual anuncian las ovejas haciendo sonar al unísono sus cencerros, momento en que los ganaderos pueden descansar tranquilos pues el lobo no hará acto de presencia, a cambio los hombres le obsequiaban con algún trozo de pan. Es, por tanto, un personaje que representa la seguridad de los bosques, un tanto olvidada en este mundo súper tecnológico, esa protección que buscamos cuando nos sumergimos en la floresta.
En varias leyendas aparece el numen femenino conocido como Basandere, la señora salvaje o de la selva, cuyo aspecto es similar al de su cónyuge.
BRUMAS EN EL HAYEDO
GENIO Y BOSQUE, ¿UNA MISMA ENTIDAD?
Directo heredero de la vieja cultura en la que los bosques y los árboles eran entes sagrados. Una teoría nos dice que en los tiempos antiguos, nuestros ancestros adoraban a los árboles, o más bien a los seres, a los numenes, que moraban en los mismos. Son muchas las culturas que tenían en los bosques sus santuarios, pero con la llegada de los nuevos usos, estos lugares pasaron a ser lugares terroríficos, en un claro intento de eliminar esos antiguos cultos a la floresta, un ejemplo lo vemos en los diferentes cuentos clásicos donde el bosque siempre es un lugar peligroso.
Árboles sagrados han sido fundamentales en las antiguas culturas, el roble, es quizás el principal para muchas viejas cultura. En nuestra tierra, tenemos un ejemplo tangible de esta cultura arbórea, el roble de Gernika. El haya, protectora y acogedora; abedules, de los que podemos hablar de una cultura del abedul en las regiones del norte; el tejo vinculado a la cultura celta, el espino albar, el fresno, son sólo algunos ejemplos…
Con el tiempo, estos antiguos cultos arbóreos van tomando apariencia más reconocible, tomando forma un tanto humana, es donde surge la figura de Basajaun.
El mito de Basajaun y su relación con la dendolatría, nos sumerge mágicamente en ese mundo feérico, misterioso, de gnomos, hadas, duendes, leprechauns, que hunde sus raíces en lo más profundo de la cultura de la vieja Europa.
Basajaun nos trae su atávico mensaje de respeto a la naturaleza, a la Tierra, a los árboles, a los animales, al bosque,… ¿Seremos capaces de apreciar su recordatorio, de que nosotros también somos parte primordial de la natura?, ¿que pertenecemos a toda esta magia?, solo tenemos que acordarnos de vez en cuando.
HAYEDO
LOS HOMBRES ROBAN SUS SECRETOS
Al igual que sucede con otros genios mitológicos, Basajaun representa los antiguos usos, las tradicionales formas de vivir, de ver y entender la vida, y que se enfrenta con las nuevas formas culturales. Por ello, en muchas leyendas aparece como un ser ingenuo, de talento corto, a los que los humanos, representados por un santo, San Martinico o San Martín Txiki, un héroe culturizador, roba diferentes técnicas, tanto agrícolas como de producción de diferentes herramientas, indispensables para la evolución cultural del ser humano. Secretos estos, por ejemplo el cultivo de cereales como el trigo, el mijo o el maíz; también de la fabricación de la sierra o del eje del molino. La astucia de los humanos (nuevos usos), vence a la ingenuidad de la vieja cultura.
Como ejemplo de ello, tenemos una leyenda que aconteció en la montaña de Muskia, en Aralar y que dice así:
EL SECRETO DEL CULTIVO DEL TRIGO
“Los basajaunes que vivían en Muskia, cultivaban trigo, tenían los granos y los secretos de sus cultivos. Los humanos, carecían de ello, por lo que San Martín, fue a visitar a los gigantes, con la secreta intención de robarles granos de trigo. Allí vio que el cereal estaba colocado en montones aislados, en ideó un ardid. Apostó con los basajaunes quien era capaz de saltar más lejos por encima del cereal, los genios aceptaron pensando en la ingenuidad del humano, por apostar un salto contra unos seres gigantescos como ellos. Los numenes saltaron lejísimos, pero San Martín cayó intencionadamente sobre el trigo, se había calzado unas botas, intencionadamente bastante más grandes de lo que le correspondía, por lo que una gran cantidad de trigo, llenó su calzado. Se despidió y tomó el camino de vuelta, pero los basajaunes se dieron cuenta del engaño, y comenzaron a perseguirle, sin éxito.
San Martín tenía el cereal, pero desconocía cuando sembrarlo. Días después un paisano acertó a pasar cerca de la morada de los basajaunes, y escuchó a los genios cantando una canción donde indicaba cuando sembrar el trigo. Refirió a San Martín la letra escuchada, de forma que los humanos consiguieron cultivar este cereal”.
HAYA TRASMOCHA
REFLEJO EN OTRAS CULTURAS
La cultura del bosque, tiene su reflejo en muchísimas culturas ancestrales, en su mitología, creencias, cuentos, en forma de genios, dioses, duendes, vinculados directamente con nuestro mito de Basajaun. Gran parte de la Vieja Europa, allí donde los bosques eran el eje de la vida y de la religión ancestral, tienen mitos relacionados con ellos. Gran parte de las viejas culturas arcaicas, tenían en los bosques, los santuarios a sus deidades.
Como ejemplo podemos citar el Musgosu cántabro, espíritu de los bosques que se cubre de musgo; su reflejo asturiano es el Busgosu, algo similar a un fauno; los mouros gallegos, Basajarau y Bosnerau pirenaicos; Artemisa griega y Diana romana; y toda una legión de seres mágicos que habitan el bosque, hadas, duendes, trolls, leprechauns, faunos o gnomos, que nos susurran la magia del bosque, del que nosotros también somos parte.
EL BUSGOSU
Contamos en nuestra tierra, en varias zonas, entre ellas en la zona de Zuia, con una bella leyenda, unida a la tradición mitológica de gran parte de la Península, La Vieja del Monte.
Cuentan que cuando los hombres trabajaban en los bosques, carboneros, leñadores,… guardaban en el zurrón un trocito de pan de su propia comida, que bajaban a casa. Los niños esperaban este pan como agua de mayo, pues se decía que lo había dejado allí la Vieja del Bosque, un ser mágico que habitaba el tronco hueco de un haya. Era un espíritu protector del bosque.
ALGUNAS LOCALIZACIONES DEL MITO
A pesar de los maravillosos bosques que pueblan nuestras montañas, no se localiza en demasiados lugares el mito de Basajaun. Lo encontramos con el nombre de Anxo en la localidad bajonavarra de Esterenzubi; acompañado de Basandere en los mágicos hayedos de Iratí; en los bosques de Zeanuri; en la zona de Kortezubi; Oiartzun; Zerain; en la cueva de Basajaun Etxe, en Lantz; en el caserío Basajaundegi en Azpeitia; en Muskiia, Ataun; en la cueva de Askoa, Aralar; o en la montaña de Mondarrain.
SALBATORE DE MENDIBE
Calcémonos las botas de perseguidores de belleza, tomemos la mochila de la curiosidad y huyamos, huyamos a la seguridad del bosque, huyamos a escuchar su atávico susurro. La experiencia, no les defraudará, el bosque nos abrazará con su bruma telúrica, nos contará bajito y despacito sus secretos, y quien sabe, tal vez y solo tal vez, Basajaun se decida a acompañarnos siquiera un instante, en nuestro vagabundear.
El haya es uno de árboles más característicos de toda nuestra cornisa cantábrica. Su belleza al comenzar la primavera es una de las fascinaciones más fácilmente apreciables en la estación de la vida y el resurgir de colores del bosque.
Sus hojas comienzan a crecer despacito, abriéndose lentamente y desplegándose cual alas de mariposa que salen de su capullo. Es bastante peculiar y característico en ellas los «pelitos» o delicados y finos filamentos que la rodean, otorgándole una suavidad extrema. Cuando visitas un hayedo al principio de esta estación, la sombra verde que procuran es única, difícilmente apreciable en otro bosque, pues esa atmósfera al mirar hacia arriba y ver flotando cientos de alas verdes que bailan delicadamente con la brisa es algo extraordinario de admirar.
El haya, nuestra dama árborea que se viste de esperanza en estas fechas, y poco a poco dota al bosque de la humedad necesaria para refrescarlo ante el verano que pronto llegará a nuestros montes. El otoño le tiene preparadas nuevas sorpresas en tonos de otros colores, pero eso es adelantar acontecimientos, y en la natura todo va despacio… disfrutemos de esta lentitud parsimoniosa que gratuitamente nos brinda.
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