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Etnografía

Majadas pastoriles, joyas etnográficas

MAJADA DE OIDUI

Los muros pétreos de la vieja chabola resisten a duras penas el paso del tiempo, de la ignorancia y de la dejadez. Testigos mudos de un mundo en vías de extinción, aguardan a que nos acerquemos a su sombra, para relatarnos quedamente, las viejas historias de la montaña.

Y es que no sería posible casi ni imaginar, como serían las hermosas montañas que tanto amamos, sin la presencia de, tal vez, los últimos representantes de un viejo oficio que hunde sus raíces en el neolítico, el pastoreo. Figuras indivisibles de nuestros telúricos parajes, el pastor con su vara de avellano, acompañado de su fiel perro, oteando sabiamente el horizonte, mientras custodia su rebaño de ovejas. Herederos de un impresionante mundo en el que se unen sabiduría tradicional, conocimientos de la naturaleza que les rodea, observación meteorológica, y un ancestral modo de ver y entender la vida.

PASTOR HILANDO

Las majadas pastoriles son auténticos tesoros etnográficos, que aún hoy, con los lógicos cambios que la modernidad impone, podemos saborear. Un autentico libro abierto hacia nuestro pasado que podemos disfrutar con la tranquilidad del tiempo, charlar con los pastores, beber de su arcaica sabiduría.

Un elemento fundamental en el pastoreo, son las majadas, conozcámoslas un poquito más. En ella se recoge el rebaño durante la noche, y es el lugar en el que, aun hoy en día, el pastor vive durante los meses calidos. Suelen estar ubicadas en lugares al cobijo de los vientos, acurrucadas en las vaguadas de las montañas, y cerca de alguna fuente o manantial. Generalmente suelen constar de una o varias chabolas para la habitabilidad del pastor, y una serie de añadidos como la huerta, el redil, la propia cuadra para las ovejas, o las chabolas de los perros. También era común tener un apartado destinado al gallinero y otro en el que se criaba algún cerdo. Un recinto particular era el llamado “gausarea”, un gran cerramiento con muros de piedra, donde se guarda el rebaño cuando acechaba el lobo.

MAJADA EN ARALAR

Las chabolas se construían con muros de mampostería, tenían techumbres vegetales de hierba sujeta con ramas entrelazadas, las puertas de acceso eran bajitas y en algunas, dos troncos se cruzaban en tijera sobre ellas. Esta antigua costumbre de cubrir las chabolas de las majadas con techumbres vegetales, hunde sus raíces en lo más profundo de nuestras viejas costumbres, se creía que el uso de la teja simbolizaba propiedad, y siendo chabolas comunales como eran, no se concebía el uso de la misma. Eran tiempos en los que la solidaridad y la ayuda mutua eran fundamentales para la supervivencia en la dureza de estas montañas, y estas chabolas eran imprescindibles para estos antiguos montañeses. Tal vez una bonita lección para el hombre actual, habitante de un mundo totalmente individualista. Por motivos prácticos se fue perdiendo poco a poco esta costumbre y se impuso el uso de la teja para las techumbres. Chabolas de techumbre vegetal se dan en otras culturas atlánticas como los bellos “teitos” de Somiedo, en Asturias, las “pallozas” gallegas como sucede en O Cebrerio, o en los antiguos castros gallegos y asturianos.

CHABOLA EN EL CASTRO DE SANTA TECLA, GALICIA
BRAÑA EN SOMIEDO, ASTURIAS

En las majadas, aún hoy, no suelen faltar un buen número de árboles, bajo los que sestean los rebaños en los días calurosos. Hayas, nogales y sobre todo fresnos, uno de los grandes árboles sagrados de la tradición europea.

El fresno es un árbol que alcanza una altura considerable, a la vez que posee unas profundas raíces. Estas características le han llevado a ser considerado como un árbol “intermediario”, por estar en contacto con el subsuelo, morada de genios y de las almas de los antepasados, y con el cielo, morada de las deidades. El fresno tiene, además una función, practica, ya que es un árbol que atrae los rayos, evitando de esta forma que caigan en la chabola. Su forraje es muy apreciado por las ovejas, y se les suele podar cada 2 años.

REBAÑO DE OVEJAS

El interior de la chabola del pastor, solía ser de planta rectangular, los huecos de los muros, se rellenaban con barro para evitar la entrada del aire. El suelo era de tierra prensada o de madera, hoy ya suele ser de loza o cemento. La puerta de la chabola daba acceso a un recinto donde se desarrollaba la actividad del pastor, se llamaba “estalpea”, y allí es donde estaba el fuego bajo y los enseres del pastor, tanto para cocinar como para la elaboración del queso. También algo de mobiliario para uso cotidiano, como una mesita o algún banco. Se accedía a otra sala llamada “kaamaña”, mediante una puerta baja. En ella es donde dormía el pastor, en un camastro antiguamente fabricado con brezo, además tenían una “kutxa” o cofre para guardar la ropa. Finalmente y separada de la anterior con un muro de enramada de fresno, se localizaba otra estancia llamada “gaztategi”, donde se almacenaban los quesos en estantes de madera, y que contaba con un ventanuco abierto a la fachada norte, para el secado de los mismos.

MAJADA DE OIDUI

La entrada de la chabola, se solía orientar en una componente Este o bien Sureste, mirando al levante, quizás resquicios de antiguos cultos solares. La chabola solía presentar numerosos elementos de carácter protector, como cruces de madera, “eguzkilores”, imágenes de Cristo, medallas o estampas de santos, así como ramos de fresno o espino, en una impresionante simbiosis cultural. Las solían colocar los propios pastores cuando subían a la chabola en primavera para protegerse de rayos, incendios,…

UTENSILIOS PASTORILES

Pocas majadas quedan hoy tal y como las hemos descrito, pero sin duda alguna, todas ellas guardan, el poso, la esencia de una vieja cultura nacida en las montañas.

Corramos antes de que la desidia las destroce, escuchemos su susurro ancestral, sabio, seremos testigos de la tradición, de la historia, de la belleza.