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Árboles y plantas

ABAMIA, COMPENDIO DE MAGIA, MISTERIO Y BELLEZA

IGLESIA Y TEJO DE ABAMIA

… Y ahí estaba, altivo, sublime, atractivo, bravo, profundamente magnético. Sus ramas se extendían hacia el cielo, en una invitación a sumergirnos en su cobijo milenario, una invitación a abrazar sus misterios, hechos de belleza, de magia, de esencia de resina, de viejas historias y leyendas. Sabedor, de ser el representante de una vieja estirpe, de ser el guardián de la arcaica  cultura de la montaña, la misma cultura, que sabía convivir, perfectamente con la naturaleza, la misma cultura que hoy denostamos.

El camino no había sido corto, ni mucho menos, el milenario tejo se hallaba en un paraje recóndito, casi olvidado, salvo por aquellos que aún nos dejamos embaucar por su hechizo, por su embrujo  irresistible. Llegamos al tejo de Abamia, cuando se dejaba acariciar por los vigorizantes rayos del sol, la sensación, era casi indescriptible, en el altozano recortaba su figura, junto al templo. Nada más pisar aquella tierra sagrada, algo inexplicable se adueñó de nuestros sentidos, algo indescriptible, lejos de la fría razón, algo mágico, nos atrapó de forma irremediable, entonces todo adquirió una dimensión distinta.

EL PARAJE MAGICO DE ABAMIA

Nos encontramos en uno de esos parajes únicos, un lugar en el que coinciden de forma maravillosa, historias e Historia, cuentos, leyendas, tradiciones, … ¿Quién puede resistirse?, nosotros desde luego, ni pudimos ni quisimos. Conozcamos un poquito más este paraje único.

Abamia es una parroquia del Concejo asturiano de Cangas de Onís, en el oriente de esta sobrecogedora y bellísima región. Un pequeño núcleo rural, al que se accede desde el término de Corao, un lugar un tanto recóndito, que sin embargo oculta uno de los grandes tesoros de esta enigmática tierra. Al llegar al paraje, nos encontramos con el templo de Santa Eulalia, justo junto a un tejo milenario, o mejor dicho una teja, enorme, sabia y bella.

Pero vayamos por partes, como antes decía, el paraje, infunde un aroma especial, ese aroma, que solo los lugares con una dilatada historia y una arcaica magia, son capaces de destilar. Antes de la iglesia, en Abamia se ubicó, un dolmen, que hoy ha desaparecido, y al parecer también hubo una necrópolis romano-vadiniense. De hecho, en la zona han aparecido varias estelas de esta tribu de origen céltico. Estamos, por tanto, ante un lugar profundamente sagrado para quienes nos precedieron, dato que confirma el hecho de cristianizar el paraje con la construcción del templo cristiano.

Sigamos indagando en los secretos de Abamia, la iglesia, está profundamente vinculada a la Monarquía Asturiana, ya que al parecer, el propio caudillo Pelayo, fue quien mando erigir este templo, fundando así una comunidad monástica, y que ejerció de panteón a la muerte del propio caudillo y de su esposa Gaudiosa. De hecho, en el interior del templo, se pueden ver los sepulcros del matrimonio, aunque, muchos estudiosos niegan este hecho, quien sabe, el misterio está servido, en medio de las bellas cimas astures. El rey Alfonso X el Sabio, mando trasladar los restos de Pelayo y Gaudiosa a la Santa Cueva de Covadonga, donde hoy reposan.

ABAMIA

Volamos más de mil años, hacia nuestro tiempo, hasta topar con un personaje indispensable, polifacético, concretamente con Roberto Frassinelli, conocido como el alemán de Corao. Nacido en 1811, en Luisburgo, fue arqueólogo, dibujante, naturalista, bibliófilo y anticuario. Colaboró en varias excavaciones arqueológicas de la zona, en las que aporto incontables dibujos, dibujos que realizaba en su refugio en una cueva de la localidad de Corao, conocida como cueva del Cuélebre, ya que según cuentan, en ella moraba este ser mitológico asturiano, con aspecto de serpiente descomunal. Un alma libre, amante de las montañas, a quien describió a la perfección, el político Alejandro Pidal Mon:

“Su verdadero teatro eran los Picos de Europa, Peña Santa, la Canal de Trea, los gigantescos Urrieles asturianos. En ellos se perdía meses enteros, llevando por todo ajuar un zurrón con harina de maíz y una lata para tostarlo al fuego de la hierba seca, su carabina y cartuchos. Vino no bebía, bebía agua en la palma de la mano; carne sólo la del rebeco que abatía con certero disparo de su escopeta y cuya asadura tostaba sobre la misma lata del mismo fuego. Dormía entre las últimas matas de enebro; se bañaba al amanecer en los solitarios lagos de la montaña y al regresar de la penosa excursión a los Picos, se refrescaba revolcándose desnudo sobre la nieve…”

Frassinelli fue enterrado en el cementerio de Abamia, junto a la iglesia cuando falleció en el año 1887.

DETALLE DE LA IGLESIA DE ABAMIA

Sentados junto a la teja que domina el paraje, nuestra mente vuela lejos, cuando estos árboles eran los representantes de la tribu, de la aldea, de la comunidad. Bajo ellos, se bailaba, se amaba, se reía, se lloraba, se charlaba, se descansaba, se vivía,… Hoy los viejos árboles, el bosque, están abocados al ostracismo, rehenes de la desidia de quienes nos gobiernan, rehenes de la ignorancia. El propio paraje de Abamia, fue testigo de una reforma, que creó gran controversia, por dañar al propio árbol. Hemos olvidado su fuerza, su simbología milenaria, como representantes de nuestros antepasados, de nuestra vieja cultura de las montañas. Creemos que podemos vivir sin acercarnos a su cobijo, sin escucharles, sin caminar de su mano, quizás llegue un momento en que nos demos cuenta, que son vitales para nuestra propia existencia. Afortunadamente aún hay quienes trabajan en la defensa, el desarrollo, el mantenimiento, y la puesta en valor de estos árboles, pienso en personas como Amable Vallina, o Manolo Corces, y como no, en el gran maestro Ignacio Abella, y tantas y tantas personas que se han dejado embaucar por la magia de los tejos, hayas, robles, acebos, espinos, fresnos,…

Ejemplos hermosos, los tenemos por doquier, ideas, actos, reivindicaciones, de defensa de los árboles, alguno, quizás de los más hermosos en el propio tejo de Abamia. Y es que bajo la sombra hechizante de la teja de Abamia, se han celebrado varios “conceyus” del tejo, una reunión en defensa de estos árboles, de la mano de la asociación Amigos del Texu.

Sigamos defendiendo, reivindicando la necesidad de que nuestros hijos crezcan bajo los árboles, corriendo libres por las montañas, zambulléndose en la energía telúrica de la mar. Mientras tanto volvamos a Abamia, o cualquier otro lugar, donde resguardarnos bajo la magia de los árboles.

PD (…y qué mejor forma de hacerlo que dejándonos seducir por los arcaicos acordes de la gaita. Os dejo un enlace a la preciosa canción del gaitero Xuacu Amieva, dedicada, precisamente al tejo, “Canciu´l Texu”, disfrutadla).